viernes, 27 de junio de 2008

Los padres modernos (II)


Parece que el blog escrito la semana pasada sobre los nuevos padres despertó varios comentarios, algunos altisonantes, pero comentarios al fin. Un lector argentino, que se identificó como “un padre de los antiguos”, pese a sus 42 años, me alcanzó algunas definiciones con el deseo que se los retransmita a ustedes. Cumplo con él.

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Es curioso cómo confundimos el amor y nos dedicamos a hacer felices a nuestros hijos, a cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no pensamos en prepararlos para una vida dura, así que nuestros hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y a ser autosuficientes. A eso se le llama hacerlos DEPENDIENTES E INUTILES.

Cada día los hijos pretextan su ayuda en las labores del hogar alegando que su única responsabilidad es estudiar y lo demás depende sólo de sus padres. A eso se le llama ser MANTENIDOS.

Para hacerlos felices les compramos la mejor ropa, hacemos que estudien en escuelas particulares y les damos dinero para sus gastos, los cuales -por cierto- no se ganan y lo que es más grave: creen que es tu obligación. Te sacrificas para que tus hijos tengan lo mejor y nunca quedan contentos, sólo recibes EXIGENCIAS Y EGOISMO.

Si miramos hacia atrás y revisamos los años de nuestra juventud, todo era muy diferente. No tenías celular y no pasaba nada. No tenías computadora. Te conformabas con la ropa que te podían comprar y no por eso te sentías diferente ni mal por no usar la marca X ó Z.

Si te llamaban la atención, o negaban un permiso, no faltabas ni amenazabas a tu papá. Para ir a una fiesta prometías regresar a una hora y la cumplías así no te gustara, de lo contrario no ibas a la siguiente. Entonces existía un valor que aprendimos desde niños: EL RESPETO. Había otros también: el orden, la disciplina y la obediencia.

Hoy, algunos padres no sólo les ayudan con sus tareas, sino que la hacen completa. Somos cómplices de nuestros hijos. Antes no te sobreprotegían, ni te solucionaban los problemas, tenías libertad hasta para cometer errores, lo cual te llevó a desarrollar un sentido de responsabilidad y de identidad. Eso se llama CRECER.

Tampoco faltaba un correazo bien puesto, que a nadie le ocasionó trauma alguno. A papá le escuchábamos con respeto y la orden de mamá se acataba sin protestar; sus consejos no eran catalogados como cantaletas. Ellos ponían las reglas sin miedo a que dijeras: “no me comprenden” o “me voy de la casa”. ¿A dónde ibas a ir y dónde te tratarían mejor que en tu casa?. Si no querías comer te quedabas con hambre y no te daban dinero para comprar porquerías en la tienda.

¿Que podemos hacer con los hijos de hoy?.

Enséñales a ganar su propio dinero con honestidad, para que sepan lo que cuesta administrarlo y disfrutarlo. Enséñales a valorar la oportunidad del estudio, no todas las personas tienen el privilegio de prepararse, tener una profesión y formar un plan de vida equilibrado.

Enséñales a respetar a sus semejantes para que cuando tengan su pareja la sepan cultivar y procurar. La igualdad entre hombres y mujeres no es faltarse al respeto, ni tener jerarquías ventajosas.

Enséñales a formar su escala de valores que los harán seres humanos de bien, útiles a su familia y a la sociedad. Que sepan que los valores no pasaron de moda ni son piezas de museo. Enséñales a quererse a sí mismos para que cuando tengan sus hijos, los amen y eduquen.

Ponte las pilas. Hagamos que nuestros hijos aprendan que el respeto, compromiso, honestidad, humildad, cortesía, prudencia, generosidad, agradecimiento y nobleza de corazón…los hará unos seres humanos de excelencia….¡Después de todo no es tan difícil….Prueba y verás!.

¡Cumplido con su encargo amigo argentino!.

Soy Rebelde, un tema generacional

viernes, 20 de junio de 2008

Los padres modernos

A propósito de que hace unos días se celebró en nuestros países el Día del Padre y en el mes de Mayo el Día de la Madre, Vanesa -una lectora mexicana- me escribió un correo con algunas reflexiones sobre nuestro rol de padres en la actualidad.

Ella asegura que somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia.

Añade que lo grave es que estamos lidiando con unos niños más igualados, beligerantes y poderosos que nunca existieron. “Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos. Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos. Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten” asegura.

Nuestra lectora precisa que en la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal.

Recuerda que antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.

Coincido con la lectora cuando afirma que son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.

“Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado” escribe Vanesa.

La reflexión sirve para explicar el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles "muy cool" a sus hijos.

Nuestra amiga mexicana enfatiza cuando dice que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. “Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga”, expresa.

“Sólo una actitud firme y respetuosa de nuestra parte permitirá que los hijos confíen que somos idóneos para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad. De tal forma que sólo así evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino”, finaliza.

Puede que más de uno se sienta aludido por tantas verdades. En lo personal suscribo varias de sus afirmaciones. En todo caso, hoy somos padres muy diferentes a los nuestros pero, también hoy, comprendemos su comportamiento. ¡Y se los agradecemos!.

viernes, 13 de junio de 2008

¿La religión es para los viejos?

Desde que tengo uso de la razón siempre escuché que la religión y sus prácticas son para los niños y para las personas mayores, quienes al acercarse a la muerte inevitable se van redimiendo de sus pecados y excesos por este mundo. Así de esta forma están preparados para cuando llegue el final y, por si acaso, ganarse el cielo en caso que exista.

Yo no comprendía, siendo todavía un niño, cuando algunos tíos se preguntaban qué habría cuando todo aquí en la tierra se acabe. Si sería cierta la existencia de una vida extraterrenal. Mis pensamientos que apenas frisaban los 7 ú 8 años estaban sólo entusiasmados con la posibilidad de encontrarme con Dios mediante mi primera comunión. Y así, entre cursos de religión, asistiendo a misa los domingos, ayudando al sacerdote como acólito transcurrió mi primaria, entusiasmado con el catecismo y las historias que la Biblia nos traía.

Fue una mañana de abril de 1968, en la primera clase de Historia Universal que todo lo aprendido en temas religiosos se vino abajo cuando el profesor empezó a hablar sobre la aparición del hombre sobre la tierra pero de Adán y Eva nada. Recuerdo que miré a mi compañero de carpeta y en voz baja nos preguntamos en qué momentos aparecían nuestros primeros padres, aquellos que nos enseñó la Biblia, pero nuestra timidez de colegiales de 11 años nos hizo callar y no pedirle al profesor una explicación. Sólo nuestra propia curiosidad nos dio la respuesta real tiempo después.

Pese a ese desencanto estudiantil, mi fe -y creo que la de la inmensa mayoría de personas de conozco, permanece intacta. Y si bien el mundo hoy es testigo de la existencia de más agnósticos también se reconoce la existencia de un Dios o ser superior, no importando la religión que se profese.

Menciono todo esto -y supongo que se habrán dado cuenta- porque los oficios religiosos o actividades similares tienen hoy en día no sólo la participación de niños y viejos como se creía antes, sino a muchos jovencitos y jovencitas que muestran un amor al prójimo que a los de mi generación les daba vergüenza expresar. Puede que para ello haya contribuido el incremento de colegios parroquiales o la participación más activa de los hermanos o pastores en la enseñanza. Lo único cierto es que allí están, sin vergüenza de nada.

Wilkins, un cantaatutor portorriqueño, prodigio que empezó en el arte a los cinco años y creador de temas como Margarita -de la película Salsa- Sopa de Caracol, No se puede Morir por Dentro y la conocida versión de Lambada, compuso cuando apenas tenía 22 años un tema que sin querer fue incorporado como parte del repertorio religioso: “Cómo no creer en Dios”, el cual fue grabado en Argentina.

El joven Wilkins que por entonces ya estaba incorporado a la disquera Fania, y había grabado con Tito Puente, Ismael Rivera, Danny Rivera, entre otros, empezando a conocer además las tentaciones del mundanal sistema, escribió los versos más hermosos que alguien pudiera imaginar para explicar sobre la existencia de un Dios.

Hoy, a sus 54 años, el artista que se retiró el año pasado tras 43 producciones discográficas, reconoce que el tema no lo hizo con el objetivo de que se convirtiera en un tema religioso sino de esperanza y fe, algo que parece entenderlo la Corporación Wong cuando propietarios y empleados se reúnen cada 1 de mayo para celebrar el Día del Trabajo y lo cantan como
corolario de su ceremonia.

Wilkins dice que mientras estemos en este mundo que conocemos y esperamos el otro que no conocemos debemos vivir con fe, amar con fe y también brindar con fe. No por gusto es un próspero industrial del vino al que puso por marca “Fe”.

Hoy -que está sobre las cinco décadas- ya está convertido en un divulgador de la fe y con sus palabras hechas canciones invita a mirar al cielo porque aún existe esperanza de alcanzarlo.

¿Por creer en la religión y tener fe en la vida después de la muerte se puede decir que estamos volviéndonos viejos?

Cómo no creer en Dios

viernes, 6 de junio de 2008

Los amos de casa

Con esto de que los tiempos cambian y la igualdad de géneros es el norte en toda sociedad que se precie de civilizada y democrática, hay un tema que poco se menciona, ya sea por machismo o por prejuicio, y es el relacionado a la mayor participación de los hombres en las tareas domésticas.

¿Amos de casa?. ¡Bah, es una exageración!.

Al menos así no lo piensa el Consejo sobre Familias Contemporáneas que recientemente acaba de presentar un estudio en su conferencia anual realizada en la Universidad de Illinois en Chicago, el mismo que analiza el comportamiento de los varones durante las últimas tres décadas, lapso que contempla la disminución de brecha con las mujeres.

Dicho trabajo preparado por los investigadores Scott Coltrane, de la Universidad de California y Oriel Sullivan, de la Universidad Ben Gurión concluye que en estos tiempos los hombres intervienen mucho más en las tareas domésticas, lo cual incluye el cuidado de los niños, a diferencia de su antigua participación. Refieren que aún cuando este cambio todavía es lento, resulta significativo y permite una mejor relación con la pareja.

Ambos profesionales también criticaron las posiciones de colegas suyos quienes afirmaron que debido al avance del movimiento feminista, y pese a los cambios en educación, empleo y política, las mujeres no pudieron modificar la dinámica familiar relacionada con sus hogares y no han conseguido subsanar ese vacío que les era destinado por generaciones.

"Nuestra investigación sugiere que estos estudios se sustentan en expectativas irreales de transformación instantánea. Sus investigadores subestimaron el grado de cambios que ocurre en el ámbito privado y la creciente disposición de los hombres para adaptarse a las nuevas conductas y nuevos valores de sus esposas", precisan. En este sentido aseguran que hoy se comparten las tareas familiares mucho más que antes.

Para ello toman como ejemplo Estados Unidos donde las ocupaciones hogareñas se distribuyen por consenso, aliviando sustancialmente el trabajo que era destinado exclusivamente para las mujeres. Los estudios de alcance nacional muestran que desde 1965 hasta comienzos del presente siglo el aporte de los hombres pasó del 15 al 30%. En contraparte, la mujer casada promedio con empleo a tiempo parcial o completo, y con hijos, realiza dos horas menos de labores domésticas.

El principal aporte de los hombres al trabajo en casa ha sido principalmente el cuidado de los hijos, triplicando en este aspecto a lo que ocurría 30 años atrás. Según los autores esto se debe a que gran parte del mundo occidental industrializado entiende la necesidad de una participación de responsabilidades entre hombres y mujeres tanto de la vida familiar como del trabajo remunerado fuera del hogar.

Creo que en nuestras sociedades subdesarrolladas también se incrementó el número de varones realizando tareas en casa -y creo que en mayor porcentaje que en las sociedades desarrolladas- pero por otra razón: el desempleo. Cada vez son más los hombres -sobre todo si pasaste los 50 años- que se quedan sin trabajo. Y. por lo general, si en un hogar los dos trabajaban, será la esposa quien sobreviva con el empleo un tiempo más.

Conozco varios amigos que al quedarse sin trabajo y sobrevivir sólo con los ingresos de sus esposas y con algunos ingresos esporádicos haciendo taxi, o haciendo cachuelos, debieron sacrificar gastos y poner lo mejor de si para que la crisis no los tumbe. Así, de pronto estuvieron no sólo llevando a los hijos al colegio o recogiéndoles sino también ayudándoles en las tareas escolares, limpiando la casa, lavando y planchando la ropa, cocinando y, por supuesto, dedicándose otras horas a buscar ingresos para cerrar su déficit presupuestal.

Y también conozco de varios que al llegar la hora de acostarse -y cuando iban a ser recompensados por sus esposas con una tierna noche de amor, debido a este aporte- se quedaron dormidos comprendiendo ahora si, lo que significa ser un “amo de casa”.