viernes, 11 de abril de 2008

Se busca ejecutivos


El aviso apareció en “El Comercio”. Como cada domingo, Esteban buscaba su oportunidad. No era un simple clasificado con errores de sintaxis y abreviaturas, redactado para ahorrar dinero. Este tenía la dimensión de un cuarto de página.

“CORPORACION INTERNACIONAL BUSCA EJECUTIVO PARA GERENCIA DE RELACIONES CORPORATIVAS” decía el encabezado. Se exigía entre 35 y 50 años, título en periodismo, relaciones públicas, publicidad o marketing, además de 10 años de experiencia, inglés y referencias. El aviso pedía presentarse al día siguiente a las 8 y 30 en Surco. Y lo más importante, se leía “No es para ventas”.

Mi amigo Esteban es entrañable desde la universidad. También siguió Derecho pero el casamiento, nacimiento de sus tres hijos y trabajo le impidieron graduarse hasta el 2004. Así, con dos títulos bajo el brazo e ingresos compartidos como abogado y taxista, se recursea para mantener a su ex familia, pues está divorciado hace año y medio.

Con fe imprimió un CV. Ya ni recordaba cuántas veces lo hizo en los últimos tres años cuando le dijeron hasta aqui nomás, gracias pero el diario no va más, ya no vende y la publicidad no es suficiente. Esa mañana de marzo, pese al calor reinante, un aire helado recorrió su delgada humanidad; ahí supo que se quedaría sin cobrar los dos meses que le adeudaban y menos beneficios por los trece años de labor ininterrumpida, de lunes a domingo, de enero a diciembre.

Llevando por compañera a la esperanza estuvo a la hora. Junto a él otras cincuenta personas. Todos llenaron una ficha de datos, siendo informados que si aprobaban este tamiz serían convocados para una entrevista en siete días y que, por tanto, esperaran la llamada.

Era un edificio elegante, alfombrado, con muebles por ubicar. Descartó que buscaran vendedores pues en esos casos las entrevistas y la selección son inmediatas. No tenía nada contra aquellos y menos con la posibilidad de trabajo, pero no era lo suyo, se sabía tan malo que no hubiera podido vender ni una refrigeradora en el infierno.

Creyó tener la suerte de lado cuando el viernes le llamaron para la segunda etapa, debía presentarse el lunes a las ocho en punto. Allí estuvo, y para su sorpresa el grupo se redujo a la mitad.

El anfitrión y representante de la empresa, un colombiano de cuarenta años, dio la bienvenida y tras un rollo de veinticinco minutos les felicitó porque durante los próximos cinco días serían evaluados hasta quedar una terna para decidir con quién trabajar.

Todos llenaron un test psicológico y una encuesta sobre referencias personales, expectativas de sueldo y disponibilidad. Al finalizar anotó “Si es para ventas, no me interesa”. La jornada terminó cuando les dijeron que sólo se comunicarían con quienes quedaran al margen. Los demás deberían presentarse al día siguiente.

Esteban fue el martes. Nadie le dijo adiós y si había advertido que no contaran con él para vender, entonces iba por buen camino. Ahora quedaban quince y el misterio se develó. Sí era una transnacional, colombiana, con sedes en toda América, que editaba cursos de inglés, con libros, cd y cassete, buscabando un responsable para las relaciones públicas, marketing y publicidad en el Perú.

El cronograma desde ese martes hasta llegar a la terna del viernes incluía café y sandwichs a las 10 horas, pues la jornada duraría hasta la una de la tarde. En ese lapso se hablaría sobre los comienzos de la empresa, su evolución, sus proyectos y analizarían planes de trabajo ejecutados en otros países. El día finalizó con otra evaluación y la frase de que sólo se comunicarían con quienes quedaran al margen. Los demás deberían presentarse al día siguiente.

El miércoles hubo ocho postulantes. La jornada fue parecida. El jueves apenas cinco. Esteban llegó hasta ahí siempre escuchando que sólo se comunicarían con quienes quedaran al margen. Los demás deberían presentarse al día siguiente. Seguro de llegar al último día supo que no lo llamarían para decirle ya no vengas. Así fue.

El viernes sólo asistieron tres. El anfitrión les felicitó por llegar a la final-final y comunicó que la empresa decidía integrar al trío. Tras la algarabía propia de la noticia y congratulaciones recíprocas, informó que en tanto se implementaba la Gerencia de Relaciones Corporativas, pasarían a trabajar al área de comercialización pues les habían detectado muchas cualidades, incluyendo sus amplias referencias personales o sea contactos. En resumen: vendedores.

No bien escuchó la oferta, Esteban se paró y avanzó hacia la puerta intentando en vano ser convencido por el colombiano que magnificaba sus condiciones para el puesto. “¡Me hiciste perder una semana, te dije desde el primer día que no me interesaban las ventas, hubiera taxeado más tiempo!” gritó. Recién al tomar la calle se percató que quienes quedaron en el camino lo intuyeron antes y ya estarían buscando otro trabajo.

2 comentarios:

Loscarlo dijo...

Sería bueno que dijeras que es NLC o TAE. Son las más quejadas por esos métodos en Indecopi.

Anónimo dijo...

Hola Max, creo que has sido mi profesor en San Marcos. Que bueno saber de tí y de este buen trabajo que nos presentas. Me encantó el texto que escribiste de tu amigo Esteban y las ventas. Parece mentira pero pasé algo similar. Ellos nunca llaman, la gente se va, así de simple.

Suerte,

Juan Carlos