viernes, 29 de agosto de 2008

¿Cómo hicimos para sobrevivir?

Desde México, Maximiliano Rojas, comenta el blog de la semana anterior. Me dice que a propósito hay muchas interrogantes que debemos responder respecto a las vivencias de los niños y jóvenes de esta época. Por ello me plantea algunos cuestionamientos que traslado a ustedes.

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¿Cómo hiciste para sobrevivir de niño?. ¿Si viviste de niño en los 70’s, 80’s o principio de los 90’s cómo hiciste para sobrevivir?.

De niños andábamos en autos que no tenían cinturones de seguridad, ni bolsas de aire e ir en la parte de atrás de una camioneta, era un paseo especial y nos peleábamos por tener ese privilegio.

Nuestras cunas estaban pintadas con brillantes colores de pintura a base de plomo y jamás nos intoxicamos ni sufrimos de retardo mental. No teníamos tapas con seguro contra niños en las botellas de medicina, gabinetes, ni puertas.

Cuando andábamos en bicicleta no usábamos casco, rodilleras o coderas. ¿Y recuerdas que podíamos convertir la bici en moto colocando simplemente un pedazo de cartón o un vaso desechable entre los rayos de la llanta trasera?.

Quienes tenían la fortuna de tener un amigo con bicicleta se las ingeniaban para remolcarnos y en la esquina se acordaban que no tenían frenos. Después de varios choques aprendimos a resolver el problema. Sí, nosotros chocábamos con arbustos o caíamos en tierra, no chocábamos con autos; además salíamos a jugar con la única condición de regresar antes del anochecer.

Tomábamos agua de la manguera del jardín, de la llave o donde la encontráramos, siempre y cuando nos quitara la sed, y no de una botella de agua purificada.

Apenas terminaban nuestras clases del colegio, salíamos apurados rumbo a nuestras casas para comer lo que nos había preparado mamá, pero antes de ello saboreábamos cualquiera de los diferentes dulces sin marca que nos ofrecían a la salida de la escuela.

Nos cortábamos, nos rompíamos un hueso, perdíamos un diente, pero nunca hubo una demanda por éstos accidentes. Nadie tenía la culpa, unicamente nosotros mismos.

Comíamos bizcochitos, tomábamos muchas bebidas con azúcar y nunca teníamos exceso de peso porque siempre estábamos afuera jugando y corriendo. Compartíamos una gaseosa entre cuatro, la tomábamos de la misma botella y nadie se moría por eso.

No teníamos play stations, MP3, Nintendo 64, X boxs, juegos de video, 99 canales de tv en cable, videograbadoras, cine, sonido “surround”, celulares, computadoras, messenger, internet, ni nada por el estilo. Sólo teníamos verdaderos amigos. Bastaba subirnos a la bicicleta o caminar hasta su casa, tocar el timbre o sencillamente entrar sin tocar. Y allí estaban dispuestos a jugar, ahí afuera, en este mundo cruel, sin un guardián alquilado por papá.

Gastábamos horas y horas construyendo unos carritos de cajas o tubos. Hacíamos juegos con palitos, bolas de tenis, jugábamos hoyo, bote pateado, policías y ladrones, al escondido, beisbol, bola de trapo y en algún equipo que se formaba para jugar un partido; no todos llegaban a ser elegidos y no había desencanto llevado a trauma.

Algunos estudiantes no eran tan brillantes como otros y cuando perdían un año simplemente lo repetían. Nadie iba al psicólogo, al psicopedagogo, nadie tenía dislexia, simplemente repetía y tenía una segunda oportunidad.

¡Teníamos libertad, fracasos, éxitos, responsabilidades y aprendíamos a manejarlos!.

viernes, 22 de agosto de 2008

Síntomas de vejez

La gente que está en las universidades nació en 1989. Para ellos ha existido solamente un Papa antes que el actual.

Nunca cantaron "We are the world, we are the children" y cuando García Márquez ganó el Nobel ni siquiera sabían leer.

Tenían 3 años cuando la Unión Soviética se desintegró. No se acuerdan de la Guerra Fría y conocen una sola Alemania, aunque en el colegio les hayan contado que hubo dos.

Son demasiado jóvenes para acordarse de la explosión del trasbordador espacial "Challenger" y probablemente nunca sabrán qué fue el "Desafío Pepsi".

Para ellos, el SIDA ha existido toda la vida. No alcanzaron a jugar con el Atari. El CD entró al mercado cuando no tenían ni un año de vida. Jamás tuvieron un tocadiscos. Nunca jugaron Pacman. StarWars les parece bastante falso y sus efectos especiales muy patéticos.

Muchos de ellos no saben, o no recuerdan, que los televisores sólo tenían 13 canales y se cambiaban con perilla; más aún, incluso algunos no han visto nunca un televisor en blanco y negro, y tampoco pueden explicarse siquiera lo que es ver la tele sin control remoto.

Nacieron seis años después que la Sony puso a la venta el Walkman. Para ellos los patines siempre tuvieron las ruedas en línea y ni hablemos de la normalidad con la que ven un teléfono celular o una computadora personal. No conocieron Plaza Sésamo, Perdidos en el espacio, Topo Gigio o El llanero solitario.

Nunca se meten a nadar pensando en "Tiburón" ni creo que hayan usado lonchera de metal.

Para ellos Michael Jackson siempre fue blanco. Y cómo van a creer que Travolta pudo bailar con esa panza.

No recuerdan quién era la "Mujer maravilla", "El hombre nuclear", "La mujer biónica", o el general de los “Dukes de Hazard". Tampoco oyeron la expresión: "El avión, jefe, el avión", o pudieron decir "Por el poder de Greiscol", o "Thunder, thunder, thunder cats oooooooohhhhhhhhh".

Están en nada si les preguntas por “Marco”, "La abeja maya" o "La pequeña Lulú". Y creen que los "Ángeles de Charlie" o “Misión Imposible” fue un estreno cinematográfico.


¡CUIDATE DE ESTOS SÍNTOMAS!:

1.- Cuando entiendes el texto anterior y sonríes melancólicamente.

2. Cuando haces deporte y orgulloso, le cuentas a todo el mundo que lo haces.

3. Cuando hay varios remedios en tu mesa de noche.

4. Cuando te empieza a gustar la sopa que rechazabas de niño.

5. Cuando la virginidad hace tiempo que no te importa.

6. Cuando necesitas mas que una mañana para recuperarte de una trasnochada.

7. Cuando tú mismo cuelgas la toalla después de ducharte.

8. Cuando te molesta que otro deje la pasta de dientes destapada.

9. Cuando tus amigos se casan sin estar apurados.

10. Cuando tus primos chicos te piden cigarros.

11. Cuando les pides a tus sobrinos orientación sobre computación.

12. Cuando vas a la playa y puedes pasar todo el día sin bañarte.

13. Cuando ves los partidos y musicales por TV, en vez de ir a verlos en vivo.

14. Cuando vuelves a llevar regalos a los cumpleaños, como cuando eras chico.

15. Cuando, para hacer deporte, compras ropa que te tape en vez de mostrar.

16. Cuando prefieres ver a un amigo que hablar con él o ella horas por teléfono.

17. Cuando ya sabes lo que quieres.

18. Cuando necesitas de anteojos para leer este post.


We are the world, we are the children


viernes, 15 de agosto de 2008

Lo que cuesta criar un hijo (II)


Algunas semanas atrás publiqué que un matrimonio deberá gastar entre 148 mil y 300 mil dólares para criar a un hijo desde que nace hasta que éste cumpla su mayoría de edad. También precisé que tal indicador fue resultado de un trabajo diseñado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos y abarca los costos de alimentación, vivienda y escolaridad. David Miranda, un docente universitario colombiano, me hizo llegar un comentario extenso que deseo reproducirlo:

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Recientemente publicaste que el costo de crianza de un niño desde su nacimiento, hasta la edad de 18 años, era de 148 mil dólares, para una familia de clase media. Para aquellos que tenemos hijos, estos números nos llevan a fantasear sobre todo el dinero que podríamos tener amontonado si no fuera por ellos. Para otros, este número podría confirmar su decisión de seguir sin hijos.

Pero 148 mil dólares no es una cifra tan grande si la desglosamos, ya que se convierte en: $ 8,222.22 por año, $ 685.18 por mes, $ 158.11 por semana. O sea, tan sólo $ 22.58 por día, un poco menos de un dólar por hora.

Aun así, se pudiera pensar que el mejor consejo financiero podría ser: “No tengas niños si quieres ser rico”. Y además hay quienes se extrañan que haya padres dispuestos a invertir no sólo 148 mil sino 300 mil o más dólares.

Yo creo que aquí debemos cambiar el concepto y preguntarnos ¿qué vamos a obtener a cambio de esta gasto?. Permíteme ensayar algunas respuestas:

-El derecho a darle tus nombres y apellidos.
-Escuchar sus risitas bajo las sábanas todas las noches.
-Recibir más amor del que tu corazón pueda soportar.
-Inagotables besos de mariposa y abrazos de oso.
-Su asombro interminable ante las maravillas de la naturaleza.
-Una mano para llevarlo por donde quiera.
-Un compañero para volar cometa o construir castillos en la arena.
-Alguien que te hace reír con sus ocurrencias cuando estés molesto.

Sólo con un hijo nos sorprenderemos cuando mantenga el equilibrio en la bicicleta o aprenda a sumar y restar o cuando ya empiece a leer sin nuestra ayuda. Un hijo es la excusa perfecta para dejar de hacer tus cosas y ponerte a ver dibujos animados un sábado por la mañana, ir al cine para disfrutar las nuevas películas de Disney, o simplemente pedir juntos un deseo a una estrella fugaz.

Con él pegarás arco iris, corazones y flores debajo de los imanes del refrigerador y coleccionarás flores de tallarines pintados para navidad, impresiones de las manos en arcilla y tarjetas con dibujos en la parte de atrás para el Día del Padre o de la Madre. Con él podrás disfrutar cada actuación que tenga en su colegio o escucharás atento la canción o poema que aprendió para ti en el día de tu cumpleaños.

Por 148 mil dólares no hay mejor gasto para tu dinero.

Serás su héroe sólo por recuperar un juguete del techo del garaje, por quitar las ruedas de entrenamiento de la bicicleta, por sacar una astilla, llenar la piscina inflable, llevarlo de caballito muy lejos y por adiestrar su equipo de fútbol que nunca gana pero que siempre logra como premio un helado.

Por 148 mil dólares conseguirás un asiento VIP en su historia para ser testigo de su primer paso, su primera palabra, su primer diente, su primera oración, su primera vez en los juegos mecánicos, su primera cita. Gracias ese gasto conseguirás ser inmortal pues agregarás otra rama a tu árbol genealógico y, si tienes suerte, nietos.

Si lo sabes hacer, con un hijo te graduarás con todos los honores en otras ramas del saber humano como la psicología (para escuchar sus problemas), la nutrición (para enseñarle a alimentarse y que no coma sólo lo que le gusta), el derecho (para aplicarle justicia cuando haga travesuras o se porte mal), las comunicaciones (para escucharle y que te escuche) y en sexualidad humana, (cuando sus despertares de adolescente te abrumen con sus preguntas). Eso es algo que ninguna universidad del mundo puede igualar.

Ante los ojos de tu hijo, especialmente cuando es un niño, estás en el mismo escalafón con Dios, pues tienes todo el poder para calmar su llanto, espantar los monstruos que están debajo de su cama, remendar su corazón roto cuando le abrume la tristeza, organizar y vigilar sus primeras fiestas. Pero lo más importante: Amarlos sin límites, de forma tal que un día ellos amen como tú, sin tomar en cuenta el costo.

Por todo ello, un hijo jamás será un gasto sino una buena inversión. ¿No crees?

viernes, 8 de agosto de 2008

El nacimiento de Ramiro


Hace unos días, mientras manejaba, Ramiro -el primer hijo que tuve con Liliana, mi ex esposa- me preguntó por qué le puse tal nombre. Quería confirmar de mis labios si era cierta aquella historia que alguna vez le contó su mamá.

Yo le respondí que todo comenzó meses antes de que planificáramos su nacimiento. En realidad se gestó cuando Omar, mi cuñado, esperaba la llegada de su segundo hijo. Admirador de Rubén Blades y Willie Colón, acababa de escuchar el disco Maestra Vida, considerado la primera ópera salsa original, que narra la historia familiar de cualquier barrio latinoamericano, pero realizado con mucha calidad musical y elementos narrativos literarios.

Uno de sus temas mejor logrados y con mucho ritmo para bailar se tituló “El nacimiento de Ramiro”, el cual describe ese momento maravilloso que tiene un padre ante la llegada del hijo. La canción transmite, además, todas las sensaciones que se comparten en un vecindario de extracción popular, donde la alegría de uno es la alegría de los demás.

Omar me anunció que su hijo a nacer se llamaría Ramiro porque la composición le parecía biográfica. Yo la escuché y también creí lo mismo, mucho más cuando parte de la letra decía “Nació mi niño, mi niño, nuestro niño, quién lo creyera que después de haber andado tanta esquina, correteado tanta hembra y enredado en mil problemas iba yo a salir papá”. Aplaudí su decisión pero lamenté que se me adelantara.

Finalmente le nació una linda nena y el nombre quedó a mi disposición para cuando llegara tal acontecimiento.

Hacia diciembre de 1986 pude cristalizar ese deseo cuando -pese a una negligencia médica- Ramiro llegó a nuestro hogar. Su gestación no fue completa, nació antes que cumpliera los siete meses, con un peso menor a los dos kilos y un tamaño muy inferior a lo habitual. Sólo su permanencia de varias semanas en la incubadora y la mano divina hicieron de él un chico normal. Hoy, a sus 21 años, con un metro ochenta de estatura y un sobrepeso digno de su profesión de cheff, recuerdo ese momento como si fuera ayer.

Ahora que me pidió confirmarle el porqué le puse ese nombre vienen a mi todas las escenas de esa película que llevamos grabada en nuestro interior y que se reestrenan cuando alguien aprieta el botón debido.

No es sino hasta que se uno se vuelve padre en que podemos comprender en su real magnitud a nuestros padres. No es sino hasta ese momento indescriptible en que nuestras vidas pasan a depender de ellos, tan frágiles a simple vista pero tan sólidos para transmitirnos existencia.

Mi gordo, con su pregunta, hizo que soltara todos mis entusiasmos como el primer día que nació. Y allí, entre el tráfico infernal que por estos días vivimos en Lima, fuimos conversando de otros temas como cuándo conocí a su mamá o el día que nos casamos, esto sin descuidar los detalles de esa boda que, según le recuerdan sus abuelos, fue hermosa y muy concurrida.

Los años pasan tan pronto -y por esta época pareciera que más rápido- que en menos de lo que uno piensa nuestros pequeños se vuelven hombres que ya trabajan y orgullosos desean invitarte algo o gastar su dinero para hacerte un regalo.

A veces el tiempo nos juega una mala pasada y las relaciones de pareja no se mantienen como uno quisiera. A veces se deterioran, a veces se rompen, a veces se acaban, pero los hijos siempre estarán allí para recordarnos que fueron el resultado de una relación de amor.

Ramiro en las voces de Blades y Colón

viernes, 1 de agosto de 2008

Saliendo con otra mujer

El ciberespacio te abre múltiples posibilidades de contactarte con gente de todo el mundo, ya sea por el chat o por los correos, aunque muchos sean spam o cadenas que se reenvian sin fin. Uno de ellos titulado “Mi esposa me recomendó salir con otra mujer”, llamó mi atención y lo abrí. Creo que vale la pena leerlo.

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Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Desde hace poco tiempo había comenzado a salir con otra mujer, en realidad todo había sido idea de mi esposa.

-¡Tu sabes que la amas! -me dijo un día, tomándome por sorpresa. La vida es muy corta, dedícale tiempo.
-¡Pero yo te amo a ti! - protesté.
-Lo sé, pero también la amas a ella.

La otra mujer a quien mi pareja quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hace unos años, pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.

-¿Qué te ocurre?. ¿Estás bien?" me preguntó.

Mi madre es el tipo de mujer que una llamada tarde, en la noche o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.

-Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo, le respondí. Los dos solitos... ¿Qué opinas?
Reflexionó sobre ello un momento. Me gustaría muchísimo, dijo.

Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo me encontraba nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita. Y, por Dios, cuando llegué a su casa, ví que ella también estaba muy emocionada. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había ido a la peluquería y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.

-Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas, me comentó mientras subía al auto. No podrán esperar a mañana para escuchar acerca de nuestra velada, agregó.

Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero si muy acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera "La Primera Dama de la Nación". Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras. Cuando iba por la mitad de las entradas, levanté la vista: mi mamá está sentada al otro lado de la mesa y sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los labios.

-Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño, ¿recuerdas?.
-Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor, respondí.

Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día uno con la vida del otro. Hablamos tanto que nos perdimos el cine.

-Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar, dijo ella.

Cuando la llevé a su casa, la sentí, la besé, la abracé, le dije cuánto la quería.

-¿Cómo estuvo la cita?, quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
-Muy agradable, gracias, mucho más de lo que imagine.

Días más tarde mi madre murió de un infarto fulminante, todo fue tan rápido, no pude hacer nada. Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, contenía una nota que decía:

"La cena está pagada por anticipado, estaba casi segura que no podría estar allí,
pero igual pagué para dos, para ti y tu esposa,….
jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. ¡Te amo"!
Tu Mamá......

En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo ¡TE AMO! y darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que Dios y tu familia, dales tiempo porque ellos no pueden esperar.
Si vive tu madre....... disfrútala....
Si no..... recuérdala...
Ten siempre presente que el tiempo nunca perdona.